sábado, 15 de junio de 2013

MAURIZIO CATTELAN

 
http://www.positive-magazine.com/wp-content/uploads/2012/10/arte_dissacrante_maurizio_cattelan_g2.jpg
 
Italiano residente en Nueva York, Maurizio Cautelan, utiliza los lenguajes de la escultura y la performance, fundamentalmente, para dar a sus obras una dimensión poliédrica, polisémica que necesitan de una contemplación detallada para penetrar más allá de la dimensión física de la obra, para intentar penetrar en la ironía y el sentido transgresor que colocan a este artista como un genio del simulacro capaz de sacar a la luz las partes oscuras de la realidad en la que vivimos.
 

Así sus obras nos presentan al Papa Juan Pablo II aplastado por un meteorito, mete a Hitler en el cuerpo de un niño de 12 años de rodillas en medio de la sala, cuelga a un caballo del techo, presenta a tres niños ahorcados, o el suicidio de una ardilla. Lo que busca es contraponer la esencia y la apariencia de las cosas poniendo de manifiesto las estrategias de enmascaramiento, de ocultación de las intenciones verdaderas que están detrás de nuestros actos.
 
http://leleohead.files.wordpress.com/2010/05/maurizio-cattelan-1-1.jpg

Con un sentido del humor muy peculiar, que puede hacer que el espectador se despiste con facilidad, en un camino en el que se ponen en pie de igualdad el proceso de creación artística con un contexto en el que toma vida que está muy cerca del fracaso. Una obra no apta para aquellos que encuentran en la representación mediática de la realidad un lugar de acrítico descanso. Obras que algunos consideran como auténticos poemas visuales, en los que no es difícil que el espectador encuentre fragmentos de su propia memoria, aunque la interpelación que nos lanza la obra obliga a replantearse esos esquemas.
 

Un artista acostumbrado a ver su obra rodeada el escándalo, como cuando colgó del árbol más antiguo de Milán tres maniquíes representando a otros tantos niños, de tamaño natural, obra que fue agredida por un individuo armado con un hacha. En relación a esta polémica el artista se preguntó: "¿Cómo puede ser la sociedad tan hipócrita que se sorprende por un muñeco colgado de un palo cuando nos encontramos a diario imágenes fantasmagóricas de niños que mueren o que son víctimas de guerras o de otras situaciones?"
 
 
 https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgr3v3OC5LQYHmrmS6PmrfW51bJL1OeqsAdSkjsyzK-d9Gr7IlIkOspCN9mxZEs_Mp7qBauc8NS87TP1a3PiTSyymAlJbn66OYEr1sNIgkXCDoYz2yU9QXsY12eADF_BcNXEGW-xhtDtrs/s1600/Ni%C3%B1os+FOTOGRAFIA+DE+MARIO+SANTIAGO.jpg
 
El simbolismo relacionado con el mundo de la infancia, lo retomó en su figura de Hitler, representado con un cuerpo de 12 años y arrodillado, casi como si estuviera pidiendo perdón a la Historia, en una alusión a la inutilidad de matar a millones de personas para lograr la inmortalidad. Un verdugo derribado ante un público que no puede evitar sucumbir a la risa y a una cierta sensación de lástima, que, sin duda, no hubiera sido muy del agrado de aquel sanguinario dictador si lo pudiera estar viendo.

En el 2000, expuso en la Royal Academy de Londres una de sus obras más conocidas, como es la titulada La hora nona, en la que aparecía un Juan Pablo II de poliéster derribado sobre una alfombra roja salpicada de cristales, por un meteorito. Detrás del impacto inicial, ciertamente llamativo, se nos va apareciendo poco a poco, una reflexión en torno a lo vulnerables que son los iconos de la humanidad, convertidos en auténticos objetos de veneración extrema. El título incide aún más en esa idea, al hacer referencia a la hora de la muerte de Cristo: La hora nona.

http://www.positive-magazine.com/wp-content/uploads/2012/10/maurizio-cattelan-5495_12.jpg

Sobre el mayor basurero de la isla de Sicilia colocó una réplica de la palabra Hollywood situada en Los Ángeles, haciendo convivir en un mismo espacio los sueños de esplendor y de grandeza, con una realidad que se ahoga en su propia basura. En esa obra se dan claramente la mano presupuestos conceptuales y minimalistas, con la esencia del arte pop, para dar origen a una obra sincrética en la que dos mundos contrapuestos, se dan la mano y nos muestran las dos caras de una misma moneda.

La total ausencia de empatía hacía el sufrimiento de los demás, la puso de manifiesto cuando dejó en una calle una figura de un vagabundo de látex, con una apariencia absolutamente real, para ver como nadie se detenía a interesarse por el estado en el que se encontraba el presunto vagabundo. Así, los transeúntes se convirtieron en actores inconscientes de una performance a la que le dieron un contenido espectacular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario